“Agradecimiento y responsabilidad”: primer misionero laico enviado por la diócesis

Publicado el 26/02/2021
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“Agradecimiento y responsabilidad”: primer misionero laico enviado por la diócesis

El mierense Alfonso Pombo es el primer misionero laico que es enviado desde la diócesis

 

Alfonso Pombo, natural de Mieres e ingeniero químico de formación, es el primer misionero laico enviado desde nuestra diócesis a la misión. Tras un intenso periodo de formación, de la mano de la Delegación Episcopal de Misiones y su responsable, el sacerdote Pedro Tardón, el pasado sábado tenía lugar la celebración del envío presidida por el señor Arzobispo en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en Mieres. Su destino, durante los próximos tres años, será la misión de OCASHA en Copán (Honduras)

¿De dónde viene esa vocación a la misión como laico?

El interés personal y la vocación por las misiones viene de hace mucho tiempo. Ya cuando era joven, en la parroquia, recuerdo que hacíamos festivales misioneros y comidas con toda la gente de la comunidad. A medida que vas madurando en la fe te vas dando cuenta y tomando conciencia del ejemplo de tantos misioneros que dejan su vida en países lejanos para llevar el mensaje de Jesús y para ayudar a los más necesitados. También siempre me atrajo mucho la vocación del servicio a los últimos, a los preferidos de Jesús. En esos dos aspectos lo resumiría: el ejemplo de los misioneros y la vocación de servicio.

¿Has tenido otras experiencias misioneras?

Anteriormente a esta experiencia que voy a tener en Honduras, tuve contacto con los países de misión en el año 2002. A través del proyecto “Hombres Nuevos” de Nicolás Castellanos, que trabaja en Santa Cruz de la Sierra, en  Bolivia, tuve la oportunidad de estar un verano, en 2002 y después pasar todo el año 2003 colaborando en ese proyecto, en tareas relacionadas con el ámbito educativo.

Al regresar, durante estos últimos años, coincidiendo con que tengo amigos misioneros y que pude compartir con ellos algún verano, tuve la oportunidad de visitar a Carlos Bascarán, el misionero comboniano asturiano en Brasil; estuve también visitando la zona del Quiché, donde la diócesis tuvo una misión diocesana y en Perú, en las misiones que los pasionistas tienen en la selva amazónica. Siempre con esa inquietud y esa búsqueda que yo tenía dentro y que esperemos que ahora se materialice con un compromiso un poco más duradero.

¿Cómo vives esta nueva oportunidad?

Con mucho agradecimiento y mucha responsabilidad. Agradecimiento a nuestro Arzobispo, al Delegado de Misiones y en general a toda la Iglesia asturiana. La relación con ellos para mí es fundamental: los misioneros no somos francotiradores, no vamos por nuestra cuenta a ningún sitio, sino que vamos enviados por una comunidad, por una Iglesia. Para mí era muy importante que la diócesis en Asturias me diera ese respaldo, y ese apoyo. Siento un agradecimiento muy grande. Y luego con mucha responsabilidad, porque al ser el primer misionero laico enviado por la diócesis, siento también que es una manera de abrir camino, de empezar a lo mejor un proceso para que más personas sientan esta vocación. Por lo tanto, agradecimiento, responsabilidad, muchas ganas de hacerlo bien, y estar al servicio de la Iglesia asturiana y de la voluntad del Señor.

¿Qué pasos y qué formación has tenido que llevar a cabo para esta misión?

A la hora de tomar una decisión de este tipo, es cierto que hay que dar una serie de pasos y requiere un proceso de discernimiento y de formación. Al principio, con la organización OCASHA, por mediación de la cual voy a Honduras, hay un proceso de acercamiento, de ver qué proponen ellos, cuáles son tus inquietudes y también un proceso de conocimiento mutuo, y de contrastar si realmente los fundamentos de esta decisión están bien enraizados y es algo que tiene un trasfondo de fe y de seguimiento del Evangelio.

A partir de ahí, en contacto con la Delegación de Misiones, también se hace un proceso de formación: asistí a un curso de Misionología que, debido a la pandemia, tuvo que ser on line. Desde luego, el tema de la formación es fundamental, así como tener claro cuál es el sentido de la misión. Tienes que saber que vas a incardinarte en una comunidad y vas a acompañar procesos. Que nadie es un “salvavidas”, ni nadie puede pretender llegar y cambiar todo de golpe, sino que hay que ir con mucha humildad y respeto hacia los procesos de las poblaciones locales a las que vamos. Me llevó un tiempo todo esto, en mi caso fue aproximadamente un año, pero creo que es muy necesario para que el paso sea en firme. Es un compromiso en principio por tres años y la decisión tiene que estar bastante madurada.

¿Por qué Honduras como destino para esta misión?

La verdad es que yo no tenía ninguna predilección. Una vez que tenía claro que quería salir a la misión, no me importaba el destino, sólo quería que fuera un sitio donde hiciera falta y donde mi experiencia o mis conocimientos pudieran ser útiles. En OCASHA me propusieron ir al proyecto que tienen en Honduras, donde ya tienen tres misioneros laicos trabajando y me voy a dedicar a trabajar con infancia y juventud, en una asociación local que hay allí que trabaja con jóvenes, para evitar que sus procesos de formación se trunquen. Voy a ir a la ciudad de Copán, a una residencia de estudiantes, donde jóvenes de las comunidades rurales de los alrededores se quedan a vivir allí para tener cerca los centros donde realizan sus estudios. A partir de ahí, creo que también se hace bastante trabajo comunitario en los pueblos, se trabaja con ellos no sólo el apoyo escolar, sino aprender también autonomía, tema valores, se intenta trabajar la persona de una manera integral. Esa sería en principio mi labor de acompañamiento y apoyo a estos jóvenes en su proceso de formación.